Comparto con ustedes un dato de la nube y espero que te motive a jamás gritar a tus hijos. Según informes en las Islas Salomón del Pacífico los isleños practican una forma especial de “la magia de la maldición”. Si un árbol se debe de cortar y es demasiado grande para ser cortado, es derribado por los esfuerzos combinados de los isleños. La gente de estas islas se levanta temprano en la mañana a esas horas entre las 4 y 5, (Antes del amanecer) para efectuar el proyecto. Aparentemente los nativos rodean el árbol luego proceden a maldecir y gritar a él.
Esta energía negativa empieza a dañar la energía de la vida del árbol. Y el resultado es que después de 30 días, mueren las raíces y cae al suelo el árbol. EN SOLO 30 DÍAS.
Esta energía negativa empieza a dañar la energía de la vida del árbol. Y el resultado es que después de 30 días, mueren las raíces y cae al suelo el árbol. EN SOLO 30 DÍAS.
¡¡Wow!! Si, ellos tienen que recurrir a regaños y gritos para matar a un árbol tan grande que ni un serrucho lo puede tumbar, ahora ¡¿imagínate lo que hacen los gritos y los comentarios negativos a un pequeño niño o niña?! Y no por 30 días; sino por toda su infancia y adolescencia.
Si los gritos tienen el poder de matar a un árbol, tus gritos hacia tus hijos matan su creatividad, sus sueños, su inspiración, su confianza, y tristemente en algunos casos, hasta puede matar el amor que le tiene a sus propios padres. Amigos dejen de utilizar los gritos para corregir a sus hijos NO FUNCIONAN; los resultados y repercusiones de esta acción son desastrosos.
Los padres, en general, han tomado en serio los estudios que dicen que abofetear a los hijos provoca en ellos comportamientos más agresivos, pero en “sustitución” de las bofetadas la mayor parte de los padres grita.
Sí, también yo grito a los míos. No me gusta, pero lo hago. Por otro lado, debo reconocer que al día siguiente grito mucho menos.
Cuando mis primeros dos hijos tenían 2 y 4 años, un día me senté con ellos en el sofá y les grité hasta hacerles llorar. Ni siquiera me acuerdo que habían hecho. Pienso que les grité un minuto o dos, pero el recuerdo de aquel día para mí es trágico. No creo que mis hijos hayan modificado su comportamiento a causa de mis gritos. La única cosa que aprendieron es a tener miedo de mí.
Mis padres nunca me gritaron de esa forma, pero yo tenía mucho miedo a mi madre. Ella no dudaba a la hora de pegarme. Yo pensaba que era una persona mejor porque no pegaba a mis hijos, pero estoy segura de que gritarles, así como pegarles, es una solución a corto plazo que al final hace más mal que bien.
Intuitivamente, sabemos que no es de gritos de lo que nuestra familia tiene necesidad. Los buenos padres saben cómo modelar el comportamiento que desean ver en los hijos. A pesar de esto, nosotros todavía gritamos. En general lo hacemos porque estamos desesperados, cansados, frustrados e irritados , y no sabemos que más hacer.
Gritar es un mal para nuestras familias. Lo entiendes cuando los niños empiezan a gritar ellos también. No es el tipo de familia que soñabas. No es la familia amorosa que querías para tus hijos.
No estoy hablando del grito de temor que explota espontáneamente cuando tu hijo corre por la calle o suelta tu mano entre la multitud. Estas “erupciones” de miedo transmiten a nuestros hijos un temor saludable, y los niños conocen la diferencia entre un grito de miedo y uno de rabia.
No digo que no haya que decirse la verdad cruda con un tono de voz normal. Hay momentos en los que levantar la voz forma parte del deber de padre o de madre. Hablo de gritar para expresar rabia.
Los peores gritos son los que implican insultos y ofensas. Existe un estudio que demuestra que este tipo de gritos es más nocivo que efectivo que los bofetones. La investigación destaca que los efectos negativos de los gritos ni siquiera se compensan con amor, apoyo emotivo y afecto entre los padres y los hijos, ni por la fuerza del vínculo padres-hijos. En otras palabras “gritar por amor” es una cosa que sencillamente no existe.
Mejor será que antes dejes de gritar. Aquí te ofrecemos seis elementos que me ayudaron a cambiar:
1. Planificación
Haz un la lista mental de técnicas de disciplinas alternativas. Cuando el niño se comporta de modo inaceptable, tienes que estar dispuesto a intervenir sin alzar la voz ni recurrir al castigo físico. Se necesitan años para desarrollar estrategias de disciplina familiar. Adoptamos, por ejemplo, cambios de comportamiento, suspensión de actividades, ejercicios…
2. Admite que gritar es negativo
Tu rabia puede estar justificada pero los gritos no son el mejor modo de expresarla. ¿Qué harías en el trabajo se tuvieses esa rabia? ¡Espero que no grites igual! Encuentra otras formas para manifestar a tus hijos que estás muy enfadado y reconoce que hay momentos en que es contraproducente que sepan que estás enfadado.
3. No obligues a tus hijos a competir con tu teléfono móvil para recibir atención
Un grupo de investigadores sentado en un fast food analizó lo que hacían los niños mientras sus padres navegaban por sus dispositivos digitales. Los niños de todas las edades, incluso adolescentes, se comportaban mal a propósito para llamar la atención. Tu atención, querido papá, querida mamá, es preciosa para ellos.
4. Pide perdón
Si has perdido la paciencia y has gritado, pide perdón. Sí, pide perdón, también a tus hijos pequeños. Después os sentiréis todos mejor. En el momento más tenso, cuando siento mucha rabia, nada me ayuda más a mantener la calma como pensar que después tendrás que pedir perdón.
5. Cuida más de ti.
¿Cansado? ¿Con sueño atrasado, sobrecargado, irritable? Reconoce tus necesidades y atiéndelas. La rabia es un mecanismo de defensa extremo, que usamos cuando otros fallan. No te permitas llegar a ese punto.
6. Reza con y por tus hijos
¿Has visto el tuit del 1 de abril de Papa Francisco? ¡No, no era una broma! No conseguirmemos controlar nuestra rabia, nuestros gritos y nuestros malos comportamientos sin la ayuda del Espíritu Santo ¡Pídele entonces a Él la gracia! Y deja que tus hijos te escuchen pedir esta gracia al Espíritu Santo.
ref ._aleteia.org
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